Alex García López, el argentino detrás de la inmensa apuesta de Netflix: ‘Cien años de soledad’
La adaptación de Cien años de soledad requirió una estructura faraónica: una finca de doce mil hectáreas, un equipo de construcción de trescientas personas, otras mil personas en preproducción de arte, y cien en el departamento de vestuario, quinientos en dirección y producción, y también, doscientos macondinos extras.
“Eran cuatro Macondo”, describió al diario PERFIL Alex García López. El primero, más humilde; luego el segundo y el tercero, que corresponden a etapas de desarrollo del territorio; y finalmente el gran Macondo. Yo trabajé en cosas grandes, pero el “Macondo Etapa Cuatro” es lo más grande que experimenté”. La novela de Gabriel “Gabo” García Márquez, publicada por primera vez en la editorial Sudamericana, bajo el mando de Paco Porrúa en 1967, fue uno de los bastiones de la explosión editorial conocida como boom latinoamericano. Cien años... fue un éxito de ventas: vendió más de cincuenta millones de ejemplares y fue traducida a cuarenta idiomas. Además de una obra que cosechó el respeto y la admiración del mundo de las letras, y habilitó que la literatura latinoamericana se difundiera en todo el mundo.
“Después de aceptar la propuesta fui a comprar el libro; hace mucho que no lo leía”, explica García López. “Y me pareció una obra tan auténtica, que es tantas cosas a la vez. Logra capturar la historia colombiana, y de América Latina, pero también de la humanidad. Y es bíblica y shakespiriana, y todo con el tamiz del realismo mágico. Bueno… ahí entré en pánico”.
Cien años de soledad es una novela importante por distintas razones. Además de exponente del realismo mágico, el tono que encontró su autor es una construcción decantada a lo largo de muchos años. Gabo rumió la historia desde el comienzo de su carrera como escritor, asentando las bases de su inventado Macondo –“más que un lugar, un estado de ánimo”, dijo alguna vez–, en cuentos y novelas breves. En un libro que es también una íntima conversación sobre el proceso creativo con su amigo Plinio Apuleyo Mendoza, titulado El olor de la guayaba, Gabo describe la importancia del tono de su abuela para encontrar el propio: “Narrar las historias más extraordinarias, inverosímiles y conmovedoras con la cara de palo con que las contaba ella”. En esa misma conversación, Gabo confiesa que cuando escribió la primera oración de la novela no tenía mucha idea de qué vendría después. Es decir que, más allá de la intención de contar la historia de una estirpe y de su pueblo, él solamente tenía un tono. Es lícito pensar que, quizá, ni siquiera él sabía exactamente quién era su narrador, develado hacia el final de la novela. Por eso, es importante la decisión que tomó el guionista José Rivera, de comenzar la historia con un narrador contándola.
Por: Loli Belotti