El equipo de Demichelis fue más que el Rojo, le ganó con doblete de Borja y uno de Solari y lo pasó en la tabla.

DEPORTES26/10/2023 Por Late
No le habían hecho goles en los últimos cuatro partidos al Independiente de Carlos Tevez. Nunca le habían hecho más de uno, de hecho. Nunca había perdido, tampoco. Estaba puntero. El pretérito imperfecto se explica porque el Rojo jugó en la noche del miércoles contra River en el Monumental. Acá, donde no hay racha que valga. ¿Y la del CARP? Ya hasta queda raro decir que es una racha. Es más bien una performance que ya accede al orden de lo inexorable: el equipo de Martín Demichelis ya llegó a las dos decenas de triunfos consecutivos en este estadio, que para los demás equipos es como multiplicar por cero.
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Grandes, chicos, argentinos, extranjeros, más defensivos, más ofensivos, con distintos esquemas, con distintas ideas, con nombres de más y de menos jerarquía: todos, al llegar a esta cancha, se van derrotados. A veces humillados, como le pasó a un Independiente que había arrancado el partido como una continuidad de lo que mostraba el ciclo Tevez, pero que con el correr de los minutos se fue desdibujando hasta entrar en una zona de partido en la que sólo bajaban oles de las tribunas, en la que 86 mil personas les recordaban que este es el famoso River (el famoso River Plate), y en la que un enjambre de futbolistas de buen pie tocan la pelota para un lado y para el otro y no queda más que resignarse, mirar y -de ser posible- pegar alguna patadita. River acá es indestructible, incluso a pesar de un campo de juego que esta vez no estuvo a la altura de la seguidilla histórica de victorias por los recitales de la semana pasada. El recital fue de River.

 

La intensidad de Independiente desde que lo dirige Carlitos fue en alza hasta que chocó con un rival que sabe sostenerla más y mejor en el tiempo: la buena presión ofensiva con la que empezó el Rojo pasó con el correr de los minutos a una pasividad que de cualquier manera pocas veces derivó en lucidez en los metros finales del campo. Las pocas veces que sucedió o que forzó errores defensivos del último campeón se encontró con un Armani que contra los grandes es poco menos que invencible. Del Pulpo en adelante, todo River hizo un trabajo impresionante sin puntos bajos y en todo caso con algunos muy altos. Paulo Díaz sigue siendo un central de selección que hace la diferencia en el fútbol argentino; Santiago Simón jugó su mejor partido como lateral por derecha con participación decisiva en ofensiva y sin sufrir su espalda; Aliendro un día volvió a ser Aliendro y logró que por un ratito al menos poca gente recordara que no estaba Nicolás de la Cruz en la cancha; Enzo Pérez no pareció estar a cuatro meses de cumplir 38 años; Lanzini sigue soltándose y mezclando mejor con el resto de los volantes; Barco es cada día más decisivo por desequilibrio, pero no menos por sacrificio, un diferencial que no tenía el año pasado; Borja confirmó otra vez, por si hiciera falta, que es una bestia dentro del área.

 

El colombiano tiene una eficacia por la que cuesta entender que haya jugado tan pocos partidos como titular en el año: tuvo cuatro tiros, de los cuales uno pegó en el palo y otros tres fueron goles, uno anulado por offside.

 

Por lo demás, incluso el recambio sigue consolidándose en un Solari que paga minutos con gol, en un Colidio al que de momento le falta justamente eso, pero que todo lo demás lo hace excelentemente bien, un Rondón cada vez más fino, un Pity Martínez que no parece haber vuelto recién de una lesión tan larga.

 

Fue demasiado para un Independiente que deberá hacer de cuenta que aquí no ha pasado nada, que quiso hacerle frente al campeón como el puntero que era. Era. En el medio, pasó River, pasó el Monumental. Pasó un recital del nuevo líder del fútbol argentino.

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